Solemos olvidarnos de quienes son las personas concretas que nos atraen nuevos alumnos a nuestra institución y quienes cuentan con un poder de persuasión enorme a la par con los alumnos y padres de familia. Se trata del público interno, conformado en su mayoría por los profesores, los administrativos y el personal de servicio de toda institución; a ellos tenemos la obligación de considerarlos clientes internos y avanzar por el logro de una identificación cada vez mayor con el proyecto.
Me encontré un interesante texto de nuestro amigo el profesor Javier Muñoz S. http://elrincondejaviermunoz.blogspot.com/2009/11/la-formacion-del-personal-de-los.html quien se refiere a la forma como debemos actuar en relación con los públicos internos de nuestros colegios, universidades, jardines, guarderías, academias o cualquier otra institución donde se presten servicios educativos.
Aunque el profesor Muñoz hace un énfasis especial en las instituciones escolares; desde mi experiencia quiero ampliar el concepto a todas las instituciones educativas, pues pienso que al final ofrecemos un servicio similar desde la integralidad, que se consume durante los diferentes ciclos de vida de una persona y que se recomienda en tonos de blanco y negro ( o es bueno o no es bueno) y por ello es importante comprender que la noción de servicio en la institución educativa es un paradigma que se repite desde el jardín hasta el doctorado, con las características particulares de cada segmento de público, pero en suma, bajo un concepto de servicio que debe ser introyectado desde la convicción humana en el personal que nos acompaña en la gestión de nuestra institución.
Los padres de familia o alumnos que se acercan a nuestros espacios de atención físicos y virtuales, esperan que se les mime y se les cuide, y
desde la recepción hasta el último rincón de nuestra institución debe comunicar en forma y en fondo, la calidad del servicio que estamos dispuestos a prestar.
No basta con buenas ideas o con producir mucho papel que reproduzca políticas y sistemas. Debemos hacer vibrar al personal con nuestra propuesta de formación. Deben ser ellos los primeros en salir a la calle y compartir la experiencia de hacer parte de un equipo de trabajo. En esto, los principios fundacionales son claves y ese es un gran vacío en muchas instituciones, donde el único propósito que une a la gente, parece ser el dinero o el crecimiento del alumnado, pero no algo que se proyecte al largo plazo, como un ideal trascendente.
Para motivar a las personas hay que apelar a su sentido trascendente, pero con base en un plan de trabajo que nos permita construir y compartir objetivos que se puedan cumplir, variar las presiones y el acoso por una sana exigencia que haga mucho más grato el trabajo ; proponer una temario de formación con fechas, plazos y competencias que se quieren alcanzar en los colaboradores; generar un clima de confianza en la forma como los demás hacen su trabajo y arriesgarse a conocer a cada integrante del equipo desde sus aptitudes y actitudes, para "dirigir" mejor su proceso de despliegue personal, de forma que los planes de formación no "caigan en paracaídas" sino que sean realmente pertinentes.